26.11.16

Don't be a maybe


Son extraños estos derroteros por dónde nos lleva la vida. Siento como si alguien me hubiese dado la mano para transitar por los distintos caminos y ahora me soltara y me susurrara al oído: muy bien, pequeña, a partir de ahora sin mapa. Mi mirada de reproche sería clara y directa, incluso punzante, pero no podría hacer nada. Me guardaría las manos en los bolsillos y seguiría yo sola, sin mapa, haciendo como que sé a dónde quiero llegar. Fingiendo como que voy a alguna parte. Intentando que la trayectoria sea en línea recta, pero sólo caminando en círculos. Mis eternos círculos concéntricos. Y es que no sé qué hay más allá y nadie quiere decírmelo. Pero mientras voy girando y girando, me doy cuenta de algo: ya no huyo. Me mantengo en pie con firmeza, soy capaz de hilar pasos tranquilos y ese sosiego es el necesario para llegar a alguna parte. Al menos hasta la siguiente, sea cual sea. El futuro es una promesa que no me preocupa, sólo quiero sentir el tacto de las certezas. Quiero brindar en voz alta por mí dentro de dos días y decir que he ganado, que me he ganado a mí misma. Y que ahora sí recuerdo lo que son las risas a medianoche y los cafés a las cinco de la tarde y los besos bajo el frío –y el calor– y no notar esa escarcha anidando en mi piel o ese agujero en el centro del pecho que me devoraba implacable tras noches y noches llenas de dolor y silencio. Sé que una vez viví a medias y que respondía que estaba bien cuando sólo quería vomitar, que me iba a las tres de la mañana a escribir en un cuaderno toda la tormenta que se conjuraba en mi cabeza y que me obligaba a tragar como mi píldora diaria con los primeros rayos de sol, para después preparar el café y sonreír. Olvidé por completo que aunque sea fuerte sólo puedo con un apocalipsis a la vez. Y a mi alrededor había unos cinco. O seis. Por eso cuando me miraba frente al espejo no me reconocía: no sabía por dónde estaba más muerta, si por dentro o por fuera.


Así que cuando sobreviva a noviembre me sentiré bien porque el frío ya no estará dentro de mí. Ahora ni el más temible de los meses del calendario puede reducirme a la nada. No hay fantasmas, no hay cicatrices. Mi piel se regenera y con ella todo lo que protege. Así que dentro de dos días brindaré por mí y porque cuando yo digo te quiero, al contrario de quien usa palabras vacías, siempre es de verdad.

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