13.12.13

Accidentes

Caminaba por la calle y tropecé contigo.
Discúlpeme, señor,
a veces voy distraída cuando viajo sin dirección,
y tú sonreíste resplandeciente y me dijiste:
descuida, es lo que tienen los accidentes.

Venía de haber perdido el corazón en una apuesta
jugando con un poeta, un músico y un pintor,
para luego descubrirme al final de la noche sin lienzo,
en blanco, en silencio y sin respuestas.

Quizá te sorprendas al escuchar esto: te engañé
con mi carita de niña buena
o el disfraz que llevaba aquella tarde, de mujer
que pasea por los bares besando a desconocidos
para que la conozcan muy bien.

Me enamoré demasiadas veces y, ya ves,
regresé a la calle donde tropecé contigo
sólo para saber a qué saben los principios
de lo que nunca pudo ser.
Al girar en la esquina ni te despediste.

El resto de los hombres de mi vida me aburrieron demasiado,
tal vez es mi culpa por querer vivir algo más interesante.
Perdóname por querer, de lo bueno, lo mejor
a sabiendas de que son incompatibles;
como tú y como yo.

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