23.2.13

La importancia de la pasión


Hay cosas que muy difícilmente llegarán a cambiar alguna vez, pero hay que intentar que lo hagan con todas nuestras fuerzas.

Un día vuelvo a su casa, a la que fue la mía durante tantos años, e intento ser comunicativa, dejar de lado mi perenne rol de hija, de rama que pertenece a un árbol más grande que ella misma, para tomar consciencia como ente aparte. Y en un descuido les hablo de mis sueños.

Sigo siendo lo suficientemente ingenua o atrevida o inconsciente, o todo eso a la vez, como para seguir pidiéndole a la vida ser feliz. Una petición que la mayoría de la gente termina olvidando por el camino.

Soy consciente de que ser feliz es una actitud, pero también reside en aquellas metas que nos marcamos y que despiertan nuestra ilusión.
No necesito una gran casa, ni un gran coche, ni grandes lujos. No necesito una hipoteca, ni vestidos caros, ni hospedarme en hoteles de cinco estrellas cuando viaje. No necesito llevar la vida de la burguesa perfecta para ser feliz.
Sin embargo, siempre será un pensamiento recurrente en el ser humano el asociar pertenencia material con paz espiritual, y hasta cierto punto, sólo hasta cierto punto, es verdad.

Hablar de sueños con la tranquilidad de la sobremesa hace que encuentre barreras que vienen por su lado. Tener que soportar que aquello que quieres no es valioso para quienes más te quieren, que lo ven ridículo e irrealizable... Una locura sólo perdonable porque soy joven... e ingenua, atrevida e inconsciente.

Un hijo soporta siempre que proyecten sobre él miedos, dudas e inseguridades que le son ajenas como parte del acuerdo familiar. Y no es justo en absoluto, a la par que inevitable en muchos casos, aunque se excusen diciendo que lo hacen por aquello que creen que es nuestro bien.
Y es injusto porque ellos son quienes nos guían, con quienes nos compararemos en algún momento de nuestra vida, ya sea por un segundo o todos los días. Por ello no debe ser admisible que proyecten, incluso que planeen haciendo presión por que se cumpla, un futuro con respecto a un hijo siempre en base a unos miedos, dudas e inseguridades que no le pertenecen a él.

Una persona, una hija, ya tiene bastante con lo suyo. No necesita tener miedo de las mismas cosas que tanto les asustan a ellos, ya tiene sus inseguridades propias.
Una hija necesita crecer, madurar y desarrollarse en un marco donde todo eso no le afecte o donde no se lo tiren a la cara constantemente, que es otra opción.

Al principio se sabe demasiado poco sobre lo que ocurre como para impedir que todas esas dudas ajenas sean una pieza clave en nuestro desarrollo. Una persona no puede defenderse de forma eficaz contra aquello que desconoce por completo, a pesar de que sus efectos perdurarán en ella durante mucho tiempo, puede que para siempre.
Sin embargo, cuando no existe tal marco impermeable a los miedos de los demás, es necesario que fabriquemos uno para nosotros con nuestras propias manos. La vida tarde o temprano nos enseña una clara lección que jamás hay que olvidar: no dejes nunca que nadie te diga lo que no puedes hacer. Es la base de la creatividad, que a su vez está cimentada sobre nuestra propia libertad.

La pasión es el impulso que te conduce hacia la felicidad. Y bajo mi punto de vista, tener una pasión es también un modo de ser feliz por sí mismo.

Ser apasionado tiene sus riesgos. Un ser apasionado, con más o menos prisas, siempre perseguirá su pasión. Pueden pasar los días, los meses o los años y aunque su convicción parezca haber desaparecido, continúa estando en su mente, acompañándole durante todo ese tiempo hasta que al fin consigue aquello que desea o fracasa en el intento.
Pero lo intenta -y ahí reside su valor-, no se rinde, no se permite desfallecer porque sólo la ligera probabilidad de poder conseguir aquello con lo que sueña merece todo el camino, toda la angustia que haya que padecer hasta lograrlo. Y si fracasa porque la realidad se impone, al menos sabe que siempre fue fiel a sí mismo, que no perdió el tiempo en perseguir los sueños de otros. ¿Acaso se precisa de algo más para poder morir en paz?

Y sí, puede que la pasión tenga algo de infantil, algo de reprochable desde una visión adulta cargada de todas esas experiencias que fracasaron alguna vez y que tanto dolor causaron.
La diferencia está en que el niño se levanta a pesar de todo y vuelve a intentarlo hasta que lo consigue; o si finalmente no lo hace, siempre puede cambiar de pasión. Existe una gran diferencia entre el conformismo y la aceptación. La pasión, la eterna búsqueda, es algo difícil de entender por alguien que olvidó sus pasiones o que se cansó de perseguirlas porque le resultaba más cómodo o le era más fácil dejar de hacerlo.

Sin embargo no puedo evitar preguntarme, siendo tan corta como es la vida, ¿realmente puede alguien permitirse el no vivir constantemente apasionado?


2 comentarios:

  1. Como me gusta lo q escribes y como me siento identificada totalmente con lo q piensas. Empatía a tope. Mañana te divulgo, hoy la marea del 23F lo ocupa todo y quiero q se fijen bien en ti. un besazo pequeña gran mujer! :D

    ResponderEliminar
  2. Estoy de acuerdo, te dicen que hay que dejarse de ensoñaciones y tomárselo más en serio, pero precisamente tomárselo en serio sería hacer algo interesante con ella, sacar algo más que lo obvio.
    En ese aspecto la seguridad está demasiado sobrevalorada.

    Un abrazo!

    ResponderEliminar